Una tragedia volvió a golpear a la cadena de gimnasios Smart Fit el pasado 2 de abril, cuando Loyda Yépez, una mujer de 60 años, perdió la vida durante su rutina de ejercicios. Testigos afirman que la víctima colapsó repentinamente y no recibió atención médica de inmediato, debido a la ausencia de servicios de emergencia en el establecimiento. Aunque los paramédicos llegaron tras una llamada de auxilio, los intentos por reanimarla fueron en vano.
Este fallecimiento se suma a otros dos casos recientes vinculados a la misma cadena. El 12 de febrero, un hombre de 49 años sufrió un infarto fatal mientras usaba una caminadora. Solo 17 días después, una joven de 20 años también perdió la vida al desplomarse durante su entrenamiento. En cada caso, se ha señalado la falta de personal capacitado para responder a emergencias como un factor crítico.
La reiteración de estos sucesos ha llevado a las autoridades a iniciar investigaciones que podrían desembocar en cargos por homicidio culposo por omisión. Estas muertes han encendido la preocupación entre los usuarios de los gimnasios, especialmente por la magnitud de la cadena, que opera más de 270 sedes y tiene presencia en una docena de países. La falta de protocolos efectivos y la aparente incapacidad del personal para atender situaciones críticas han sido el blanco de múltiples críticas.
En el caso más reciente, surgió además una denuncia preocupante: un médico presente en el gimnasio intentó asistir a la víctima, pero fue obstaculizado por empleados del local. Esta acción ha desatado una ola de indignación en redes sociales y medios de comunicación, intensificando el clamor ciudadano por una revisión urgente de las medidas de seguridad en centros de acondicionamiento físico.
Este nuevo incidente ocurrió en una sucursal ubicada en la Ciudad de México, capital del país donde han tenido lugar las tres muertes en menos de dos meses.