José Luis Linares, el integrante mayor de una familia venezolana, lloraba de frustración esta semana mientras agentes de las fuerzas de seguridad de Guatemala lo metían a un jeep militar para expulsarlo a Honduras.
El drama de Linares es el mismo que encuentran recientemente miles de venezolanos que intentan llegar vía terrestre a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida, pero que chocan con un embudo migratorio en Guatemala, el penúltimo país antes de su destino final.
«Solo queremos seguir hacia los Estados Unidos. No tenemos nada en Venezuela. No estamos haciendo ningún daño», dijo Linares, conteniendo las lágrimas, después de un intento fallido de diálogo con las autoridades guatemaltecas para que le permitieran seguir su viaje.
La escena tuvo lugar en un control migratorio sobre el río Motagua en el municipio de Puerto Barrios, en el departamento (provincia) de Izabal, unos 250 kilómetros al noreste de la capital del país y muy cerca de una de las tres fronteras que dividen Guatemala y Honduras.
José Luis, de 50 años, viajaba con cinco miembros de su familia, entre ellos un pequeño de tres años, cuando fueron sorprendidos por la Policía Nacional Civil a pocos kilómetros de la frontera de El Cinchado en Izabal.
Los miembros de la familia Linares son parte de los 5.269 venezolanos que entre septiembre y octubre fueron detenidos por policías y militares en la frontera con Honduras y posteriormente expulsados de Guatemala, según datos oficiales del Instituto Guatemalteco de Migración (IGM).
Ante los retenes y puestos de control en la frontera, los caminantes no tienen otra opción que intentar escabullirse en los transportes públicos o de carga para avanzar en su camino.
Ello debido a que la opción de cruzar el río Motagua está fuera de toda posibilidad, ya que ha aumentado su caudal por las lluvias recientes en la región y no se puede cruzar o navegar de forma segura.
De esta forma, el embudo creado por Guatemala frustra los sueños de los migrantes venezolanos que pretendían llegar a Estados Unidos para comenzar una nueva vida y que se ha intensificado en cuanto a cifras de migrantes en los últimos meses.
El intenso aumento de la seguridad fronteriza en Guatemala responde al cambio de política del Gobierno de Joe Biden, quien hasta hace unas semanas permitía «libertad condicional humanitaria» a los venezolanos que arribaban a Estados Unidos.
Sin embargo, con las nuevas disposiciones divulgadas por Estados Unidos la semana pasada, los venezolanos que logran superar el embudo guatemalteco y atraviesen México serán deportados inmediatamente al ser detenidos en EE.UU.
Justamente la semana pasada también el embajador estadounidense en Guatemala, William Popp, se reunió con las autoridades migratorias locales para analizar el creciente número de migrantes venezolanos.
Durante 2022, Guatemala ha expulsado a 13.284 personas que ingresaron de forma irregular al territorio, de las cuales un 77 % son de Venezuela, de acuerdo con las autoridades migratorias.
Por su parte, el Ejército aseguró a EFE que ha enviado a las fronteras de El Florido, Agua Caliente y El Cinchado, todas colindantes con Honduras, a unos 1.200 soldados, por la cantidad creciente de venezolanos que intentan ingresar a diario, ante los rumores de nuevas caravanas de migrantes organizándose en territorio hondureño.
Precisamente el jueves pasado en El Cinchado varios camiones se desplazaban por las fronteras con policías militares armados con escudos, cascos y bastones antidisturbios.
Mientras tanto, familias completas de migrantes duermen a la intemperie en la frontera y esperan alguna opción que les permita continuar caminando.
«Llevo más de un mes viajando. Luché para cargar con mi bebé por la selva (El Darién) y ahora en Guatemala nos impiden el paso. No es justo”, reclamó Estela, una venezolana de 24 años en Izabal.
Tras ser expulsados de Guatemala, muchos venezolanos se agrupan en una estación de gasolina, sin planes y llenos de incertidumbres.
En el caso de la familia de José Luis Linares, dormirá en un piso frío también frente a una estación de gasolina, mientras los motores de camiones de transporte pesado apenas dejan descansar.
Sin dinero para regresar a su país y con un muro militar enfrente, las opciones para los venezolanos son cada vez menos en sus intentos de llegar a Estados Unidos.
«No podemos ir ni para adelante, ni para atrás», concluyó Carlos, otro joven de la nación suramericana que esperaba encontrarse con varios compatriotas en Chiapas, México, para encaminarse juntos a Estados Unidos.